- Empecemos por lo más
importante para no dejar lugar a dudas: Sabino Méndez
es un EXCELENTE escritor. Un artesano erudito y sereno que defiende
la letra como la llama que puede iluminar las tinieblas de todo
humano. Ya no es el guitarrista rítmico que compuso algunos
memorables momentos de r&r, es un relojero de precisión
con un taller repleto de palabras perfectamente sincronizadas.
Un cirujano del ser, capaz de diseccionar las emociones y pincharlas
con la punta de su bisturí para salpicarnos de tinta roja.
Todas sus canciones se convierten en pequeñas peceras
de tres minutos comparadas con este mar revuelto de doscientas
ochenta y siete olas.
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"Corre,
rocker" tiene mucho más de personal que de crónica
de los 80. Es el streptease de un mago que no se engaña
a sí mismo y que muestra los relucientes trucos que ha
inventado, sabedor de que sólo son trucos. Bajo la luz
del insomnio se quita la capa de Sabino dandy, la chaqueta de
Sabino impostor, las botas de Sabino rocker, los pantalones de
Sabino matón, la camisa de Sabino yonqui y los calzoncillos
de Sabino seductor. Así, desnudo, saca del sombrero de
copa sus diferentes "Yoes" (el trepa, el ingenuo, el
compasivo, el implacable, el sentimental, el vulnerable, el recordador,
el protagonista...) y les invita, vivos o muertos, a que muestren
sus cartas, limpias o marcadas, y escriban con sincera subjetividad
su parte de realidad.
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- Sabino instala en su cerebro
un teatro del recuerdo. Como director, sentado en su escritorio
de persiana, ordena entrar y salir a los diferentes personajes
que conforman la tragicomedia. Los 80 son el escenario y el decorado
un cúmulo de casualidades políticas, sociales y
culturales. La tramoya hace subir y bajar las situaciones a conveniencia
del autor, sin la obligación de un orden cronológico
pues salen del camerino común de la memoria. Algunas escenas
son antológicas, delirantes y funambulescas: "El
doble de Johnny Thunders le consigue caballo al auténtico",
"Asalto pirata en el hotel de lujo", "Los libros
de contabilidad de un drogadicto", "¿Podría
entretener a mi hija? Usted parece un muchacho muy saludable",
"El letrado letrista y el autor sin obra", "¿Por
qué me visto pantalones de cuero?", "El junkie
del catalejo en el bolsillo por fin lo utiliza". El
guión ha sido redactado con un "zoom" en la
estilográfica para acercarse o alejarse de las situaciones
con un rápido giro de la pupila narradora. Primer plano
en la punta de la jeringuilla para mostrar el momento más
real y plano general convertido en gas para elevarse, coger perspectiva
y diluir al espectador salvaguardando lo más íntimo.
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- La mirada de Sabino Méndez
es extremadamente lúcida. La misma claridad de razonamiento
que le llevó a ver en el final de la década de
los 80 el final de una edad, parece guiarle en el análisis
que realiza de lo que se dio en llamar movida madrileña.
Los conciertos violentos de Los Intocables y el ascenso a la
suite de lujo a bordo de un barco llamado Loquillo y los Trogloditas.
La energía punk-rock primeriza y la desgana del arte como
comercio. La verdad y la impostura. El sentido del humor, la
autoparodia y tres acordes frente a los precedentes y aburridos
"progres" y el jazz-rock laietà. La importación
en castellano de todos los estilos musicales ya existentes como
algo novedoso. El glamour y la ignorancia. Los pandilleros de
West Side Story convertidos en profesionales con beneficios.
Las exploraciones en adicciones. Viajes en seat 850 y en Fokker
F-27. Barcelona, Madrid, Alaska, Radio Futura, Derribos Arias,
Glutamato ye-ye, Parálisis Permanente... La rebelión
consistía en que cada cual se inventaba su personaje y
la pérdida de la batalla fue que éste acabó
matando a la persona. Esplendor adolescente y ruindad comercial
de un tiempo, como todos, irrepetible.
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- Vestido de negro, el libro de
Méndez es como un viejo rocker que mira atrás y
ve las metamorfosis que ha sufrido. El niño que leía
tebeos estivales en Asturias se convierte en adulto que vive
en el planeta de los libros. El adolescente que aprendía
a tocar la guitarra en los bancos de una universidad a la que
no iba, se convierte en estudiante de Filología Hispánica.
El joven que llevaba en las venas el "no future" como
huida de un mundo asesino, cumplirá los cuarenta. Aprendizaje
que lleva al mismo sitio: el ser humano en el punto de partida.
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- La prosa se lanza cuesta abajo
con la fuerza de un tren de catorce vagones. Cargado de inevitables
tópicos, Sabino aún es capaz de exprimirlos para
hacer de la anécdota personal un sentimiento universal.
Grouppies, alcohol, anfetaminas, sexo (poco para lo supuesto
en un troglodita), r&r, heroína, hoteles rotos, humo
y sobredosis. Un recorrido triste. Escrito con dolor. Con cariño
y sin piedad. Que te hiere porque arrastra la pérdida
eterna, la despedida irreversible. Bajen los focos por favor,
apagen la música. Entra en escena la veleidad de la parca,
el único personaje que no ha sido invitado. La muerte
de la adolescencia, de la inocencia, de la ingenuidad, de la
naturalidad y de, pausa silenciosa, unos cuantos amigos.
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- Sabino Méndez se muestra
con una gran conciencia de autor. Egoísta de cada coma,
escribe con seguridad sobre una base sólida en maestros
y vivencias. Devorador de literatura, se pavonea con las citas
y entona la voz que no tenía en los vinilos. Hunter S.
Thompson, Carlos Barral, Lou Reed, Cortázar, Proust, Willy
DeVille & Louie X. Erlanger, Burroughs, Josep Pla y T.S.
Eliot le dan la mano y le felicitan. ¡Olvídense
de redacciones de colegio! El día que murió Marcelo
Mastroiani nació el primer escritor de la vieja trova
nuevaolera.
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- P.D.: bueno, el libro también
habla de Loquillo. Pero eso es otra historia.
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Venezuela
Beltrán
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- (Este artículo,
ampliado, aparece en el fanzine In Focus,
nº 1, págs. 65-66).
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