-. "CORRE, ROCKER". Crónica personal de los '80 .-
Espasa Hoy, Madrid, 2000.
Sabino Méndez
Empecemos por lo más importante para no dejar lugar a dudas: Sabino Méndez es un EXCELENTE escritor. Un artesano erudito y sereno que defiende la letra como la llama que puede iluminar las tinieblas de todo humano. Ya no es el guitarrista rítmico que compuso algunos memorables momentos de r&r, es un relojero de precisión con un taller repleto de palabras perfectamente sincronizadas. Un cirujano del ser, capaz de diseccionar las emociones y pincharlas con la punta de su bisturí para salpicarnos de tinta roja. Todas sus canciones se convierten en pequeñas peceras de tres minutos comparadas con este mar revuelto de doscientas ochenta y siete olas.
 
"Corre, rocker" tiene mucho más de personal que de crónica de los 80. Es el streptease de un mago que no se engaña a sí mismo y que muestra los relucientes trucos que ha inventado, sabedor de que sólo son trucos. Bajo la luz del insomnio se quita la capa de Sabino dandy, la chaqueta de Sabino impostor, las botas de Sabino rocker, los pantalones de Sabino matón, la camisa de Sabino yonqui y los calzoncillos de Sabino seductor. Así, desnudo, saca del sombrero de copa sus diferentes "Yoes" (el trepa, el ingenuo, el compasivo, el implacable, el sentimental, el vulnerable, el recordador, el protagonista...) y les invita, vivos o muertos, a que muestren sus cartas, limpias o marcadas, y escriban con sincera subjetividad su parte de realidad.
 
Sabino instala en su cerebro un teatro del recuerdo. Como director, sentado en su escritorio de persiana, ordena entrar y salir a los diferentes personajes que conforman la tragicomedia. Los 80 son el escenario y el decorado un cúmulo de casualidades políticas, sociales y culturales. La tramoya hace subir y bajar las situaciones a conveniencia del autor, sin la obligación de un orden cronológico pues salen del camerino común de la memoria. Algunas escenas son antológicas, delirantes y funambulescas: "El doble de Johnny Thunders le consigue caballo al auténtico", "Asalto pirata en el hotel de lujo", "Los libros de contabilidad de un drogadicto", "¿Podría entretener a mi hija? Usted parece un muchacho muy saludable", "El letrado letrista y el autor sin obra", "¿Por qué me visto pantalones de cuero?", "El junkie del catalejo en el bolsillo por fin lo utiliza". El guión ha sido redactado con un "zoom" en la estilográfica para acercarse o alejarse de las situaciones con un rápido giro de la pupila narradora. Primer plano en la punta de la jeringuilla para mostrar el momento más real y plano general convertido en gas para elevarse, coger perspectiva y diluir al espectador salvaguardando lo más íntimo.
 
La mirada de Sabino Méndez es extremadamente lúcida. La misma claridad de razonamiento que le llevó a ver en el final de la década de los 80 el final de una edad, parece guiarle en el análisis que realiza de lo que se dio en llamar movida madrileña. Los conciertos violentos de Los Intocables y el ascenso a la suite de lujo a bordo de un barco llamado Loquillo y los Trogloditas. La energía punk-rock primeriza y la desgana del arte como comercio. La verdad y la impostura. El sentido del humor, la autoparodia y tres acordes frente a los precedentes y aburridos "progres" y el jazz-rock laietà. La importación en castellano de todos los estilos musicales ya existentes como algo novedoso. El glamour y la ignorancia. Los pandilleros de West Side Story convertidos en profesionales con beneficios. Las exploraciones en adicciones. Viajes en seat 850 y en Fokker F-27. Barcelona, Madrid, Alaska, Radio Futura, Derribos Arias, Glutamato ye-ye, Parálisis Permanente... La rebelión consistía en que cada cual se inventaba su personaje y la pérdida de la batalla fue que éste acabó matando a la persona. Esplendor adolescente y ruindad comercial de un tiempo, como todos, irrepetible.
 
Vestido de negro, el libro de Méndez es como un viejo rocker que mira atrás y ve las metamorfosis que ha sufrido. El niño que leía tebeos estivales en Asturias se convierte en adulto que vive en el planeta de los libros. El adolescente que aprendía a tocar la guitarra en los bancos de una universidad a la que no iba, se convierte en estudiante de Filología Hispánica. El joven que llevaba en las venas el "no future" como huida de un mundo asesino, cumplirá los cuarenta. Aprendizaje que lleva al mismo sitio: el ser humano en el punto de partida.
 
La prosa se lanza cuesta abajo con la fuerza de un tren de catorce vagones. Cargado de inevitables tópicos, Sabino aún es capaz de exprimirlos para hacer de la anécdota personal un sentimiento universal. Grouppies, alcohol, anfetaminas, sexo (poco para lo supuesto en un troglodita), r&r, heroína, hoteles rotos, humo y sobredosis. Un recorrido triste. Escrito con dolor. Con cariño y sin piedad. Que te hiere porque arrastra la pérdida eterna, la despedida irreversible. Bajen los focos por favor, apagen la música. Entra en escena la veleidad de la parca, el único personaje que no ha sido invitado. La muerte de la adolescencia, de la inocencia, de la ingenuidad, de la naturalidad y de, pausa silenciosa, unos cuantos amigos.
 
Sabino Méndez se muestra con una gran conciencia de autor. Egoísta de cada coma, escribe con seguridad sobre una base sólida en maestros y vivencias. Devorador de literatura, se pavonea con las citas y entona la voz que no tenía en los vinilos. Hunter S. Thompson, Carlos Barral, Lou Reed, Cortázar, Proust, Willy DeVille & Louie X. Erlanger, Burroughs, Josep Pla y T.S. Eliot le dan la mano y le felicitan. ¡Olvídense de redacciones de colegio! El día que murió Marcelo Mastroiani nació el primer escritor de la vieja trova nuevaolera.
 
P.D.: bueno, el libro también habla de Loquillo. Pero eso es otra historia.
 

Venezuela Beltrán

 
(Este artículo, ampliado, aparece en el fanzine In Focus, nº 1, págs. 65-66).

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